En un discurso fuera de lugar, en un contexto nacional polarizado y con la «paz total» como una de las banderas del gobierno actual, la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, se mantiene activa en redes sociales y espacios institucionales defendiendo la seguridad y la paz en su departamento. Sin embargo, sus recientes declaraciones y publicaciones han levantado críticas por una aparente doble moral política, basada en escritos elaborados por sus asesores, los cuales son leídos en público por Matiz sin detenimiento y sin medir las consecuencias.
Durante sus intervenciones públicas, Matiz ha hecho un llamado al trabajo conjunto para garantizar la seguridad ciudadana, condenando la violencia y pidiendo unidad entre los sectores políticos. Aun así, su tono cambia al referirse al presidente Gustavo Petro, a quien ha cuestionado desde su posesión.
Durante el lanzamiento del Festival Folclórico Colombiano, realizado en el Teatro Colón de Bogotá, evento al que llegó tarde y tras varios días de ausencia en su cargo, Matiz, en lugar de ajustar su discurso para resaltar las expresiones artísticas y culturales de la región, dedicó el espacio a lanzar críticas al presidente Petro.
“En estos tiempos difíciles para Colombia, en los que los escándalos de corrupción, las disputas políticas sin sentido, la desorganización institucional del nivel central y la inseguridad han tocado de nuevo nuestras puertas. Es doloroso el deterioro del orden público, de los recursos públicos, de la gerencia pública nacional, desde donde deberían llegar las respuestas y no los silencios; la guía y no la confusión; la certeza y no la improvisación”, dijo la gobernadora.
Y añadió:
“Aún ante las delirantes particularidades de la política nacional que hoy vivimos, que pretende romper la institucionalidad, acabar con la separación de poderes públicos y gestar autogolpes de Estado que nos lleven, posiblemente, a abrir la puerta de la primera dictadura del siglo XXI en Colombia, que irónicamente se da en nombre de un pueblo que ya no les apoya masivamente ni les cree”, señaló la gobernadora del Tolima.
Críticos señalan que, mientras exige transparencia a nivel nacional, la mandataria ha guardado silencio sobre temas controversiales en el ámbito departamental, como contrataciones a dedo de asesores en comunicaciones provenientes de otros departamentos —y que ganan más que ella—, el manejo de recursos en alcaldías aliadas y la influencia de clanes políticos tradicionales.
Además, su cercanía con sectores conservadores que históricamente han sido señalados por prácticas clientelistas y poco transparentes pone en duda su autoridad moral para hacer señalamientos éticos al gobierno nacional.
¿Es legítima su crítica o solo una jugada política?
La estrategia de Matiz parece alinearse con la narrativa de oposición de sectores que ven en Petro una amenaza para el statu quo político. Sin embargo, la ciudadanía exige más que discursos: quiere coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
En un momento en que la confianza en las instituciones está en crisis, las figuras regionales como Adriana Matiz tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de liderar con el ejemplo, no con discursos contradictorios.